Creer a ciegas lo que dicen los padres es una cuestión de supervivencia para cualquier niño, y en eso caben los asuntos de la vida práctica como también las creencias religiosas. No creen en fantasmas o en personas poseídas por el demonio quienes los han visto, sino aquellos a quienes se lo hicieron sentir y ver ( aunque no los vieran) desde niños.